Se han levantado voces pidiendo que les den cobijo, que otros se ocupen de ellos para que puedan dormir bajo techo, comer todos los días y lavarse de vez en cuando; en definitiva, que se los lleven muy lejos donde no les veamos; y si vuelven, que se anuncien con campanillas al grito de ¡marginados!¡ ¡marginados!
Tapados con mantas indescifrables que solo se mojan cuando llueve, vestidos con ropas sacadas de los contenedores, alimentados de la caridad de la buena gente o con una barra de pan y un cartón de vino barato celebran su sacrificio incruento a las puertas del gran supermercado donde entramos la mayoría para rendir tributo al dios consumo.
No encontraron su hueco en el barco de la sociedad, o tal vez ellos mismos se tiraron por la borda; el caso es, que ahora se encuentran sucios, repelentes, como chapapote humano, arrojados del mar del bienestar a las playas del abandono, sin voluntarios chorreantes de grasa que proclame al mundo lo buenos que somos...
En verano, cuando la temperatura es agradable, se les puede ver en grupos distendidos, sonrientes ¿alegres? compartiendo el vino barato de la miseria y el humo de una pipa imposible de la paz; las noches de calor me quiero imaginar que pueden ser mas llevaderas para los que tienen por camas las aceras, las estrellas por techo y por compañeras de sueños las ratas.
En invierno, cuando la lluvia ha empapado los cartones que les sirven de cama y el viento esparce sus harapos como banderas de la miseria y del abandono; cuando el frío les tienen que roer los huesos y el desconsuelo las entrañas... se acuestan pronto para dormir ¿Dormir? bajo un techo imposible de uralíta, y con el cartón de vino al alcance de la mano mientras las luces fluorescentes hacen guiños irónicos e insensibles sobre sus sueños, plagados de historias que se desvanecen cuando despiertan.
Solemos decir que viven así porque quieren, porque no les gusta trabajar, porque no toleran ninguna disciplina, y que son felices a su manera; nosotros creemos que es justo lo que tenemos porque hemos trabajado duro, porque hemos sido previsores, porque le hemos plantado cara a la vida...Palabras huecas, fuegos de artificio, ruidos de discoteca. que pretenden ahuyentar los ángeles buenos de nuestras conciencias.
A veces pienso que la única realidad concreta, básica, fundamental que nos distingue, y separa, a los seres humanos está contenida en la seis letras encadenadas, que he puesto de titulo a estas reflexiones; esa palabra mágica -maldita para unos y bendita para otros- causa de vida y de muerte, que está en el origen de muchas guerras y en el inicio de muchas matanzas; piedra de toque de la grandeza y la miseria del ser humano; por ella se odian los esposos, se rompen las familias, se matan los hermanos, se maldicen los amigos y los hijos son capaces de asesinar a sus padres.
Se han levantado voces en el barrio diciendo que se vayan. ¡Y la mía ha sido una de ellas!
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