En el rompecabezas de la vida hay muchas piezas que no encajan y por más vueltas que les demos no las colocaremos en su sitio; para ello necesitaríamos una inteligencia superior que observara el puzle en su conjunto, y eso está fuera de nuestras capacidades.
Nuestros puntos de vista cambian según un sinfín de circunstancias variables: edad, educación, situación social, el lugar donde vivimos, si estamos en paz o vivimos en guerra, si se nos quiere o se nos odia, si estamos sanos o enfermos, capacitados o discapacitados y si nos coge de lleno el tema o nos toca de refilón…
Entender y aceptar la vida cuando las circunstancias nos son favorables: gozamos de buena salud, estamos rodeados de familiares y amigos que nos protegen, vivimos en libertad y podemos ir de un sitio para otro y gozar de las pequeñas cosas que nos hacen felices; cuando respirar a pleno pulmón en un día de campo, subir una pendiente o bajar una cuesta, ir al cine o de compras o de fiesta con los amigos, o simplemente leer un libro sin que se te caiga de las manos o tomar un café sin que se te vuelque la taza, resulta muy fácil porque no encierra ningún problema... pero es que las cosas no siempre funcionan así, al menos con muchas personas que conozco.
Tengo amigos y conocidos que son un amasijo de huesos atados a una silla de ruedas, otros están tendidos en camas de las que nunca podrán incorporarse, a otros les faltan las piernas o los brazos, los hay que solo pueden mover los dedos de una mano o parte de la cabeza con la que manejan los mandos de una silla eléctrica para no ir muy lejos de la residencia donde están recluidos; no faltan los que quieren contarte algo que les agobian pero que no hay forma de entender lo que te dicen, todos necesitan ayuda para sus necesidades más intimas y no pueden disfrutar de esos placeres al parecer tan sencillos que hemos mencionado antes, si no es con la ayuda de otros que trabajan por un sueldo y que muchas veces los rehúyen.
Por otra parte vemos que en la naturaleza existe un orden maravilloso: la semilla que se hace planta, la planta que se convierte en árbol y este que da frutos con nuevas semillas; las abejas que construyen sus celdillas con la perfección del mejor de los arquitectos, las hormigas incansables que arrastran presurosas hasta cien veces su propio peso, los patos que levantan el vuelo rizando con sus patitas la superficie de lago… nos hablan de una inteligencia superior que hace que todo funcione a la perfección.
Y no nos encajan las piezas porque vemos por un lado el orden en la naturaleza por otro el desorden en nuestra especie.
Nos basta con escuchar la radio o ver el telediario para informarnos de las guerras, hambrunas, terrorismo y matanzas entre los seres humanos como telón de fondo a las calamidades que dijimos antes, y como remate la muerte de la que nadie nos escapamos. Si todo esto se quedará así, que razón tendría San Pablo cuando dijo que: somos los más desgraciados de los hombres y por tanto comamos y bebamos porque mañana hemos de morir.
A esa inteligencia superior, a ese Ser omnisciente que permite el movimiento de las estrellas sin que se choquen unas con otra, que ha creado el Sol que lo llena todo de vida y la lluvia que, empapando la tierra, discurre presurosa y sonriente hasta el mar para elevarse en forma de nubes y repetir el ciclo; a ese Ser que se manifiesta en la mirada de un niño, en la sonrisa de un moribundo, en las caricias de una madre, en el canto de los pájaros, en el colorido de las flores del campo, en la brisa que acaricia nuestras frentes… Ese ser amable, humilde, inteligente, bondadoso… caería en contradicción si no colocara cada pieza en su sitio y no nos diera el derecho a vivir en plenitud por la sencilla razón de ser criaturas salidas de sus manos amorosas. Y es en este punto donde pretendo justificar el título de EL MÁS ALLÁ que he puesto a este trabajo.
Un lugar donde podamos ir andando de un lado para otro porque la silla eléctrica se haya borrado para siempre de nuestra memoria, un lugar donde la tierra no se abra bajo tus pies a consecuencia de un cataclismo o el mundo se te caiga encima por efectos de las bombas, un lugar donde todos los seres humanos nos entendamos por expresarnos en la misma lengua, donde no haya diferencias de clases sociales, donde la intención de cada uno sea hacer más feliz aún a los otros, y todo esto bajo la tutela amorosa de ese ser amoroso que estuvo siempre a nuestro lado pero que ahora se nos manifiesta con toda su esplendorosa claridad.
Estas son algunas ideas que se me han ocurrido sobre EL MÁS ALLÁ y que no se si estuve muy acertado en comunicarlas.
Un ensayo de Manuel Herrera Infante.
Nuestros puntos de vista cambian según un sinfín de circunstancias variables: edad, educación, situación social, el lugar donde vivimos, si estamos en paz o vivimos en guerra, si se nos quiere o se nos odia, si estamos sanos o enfermos, capacitados o discapacitados y si nos coge de lleno el tema o nos toca de refilón…
Entender y aceptar la vida cuando las circunstancias nos son favorables: gozamos de buena salud, estamos rodeados de familiares y amigos que nos protegen, vivimos en libertad y podemos ir de un sitio para otro y gozar de las pequeñas cosas que nos hacen felices; cuando respirar a pleno pulmón en un día de campo, subir una pendiente o bajar una cuesta, ir al cine o de compras o de fiesta con los amigos, o simplemente leer un libro sin que se te caiga de las manos o tomar un café sin que se te vuelque la taza, resulta muy fácil porque no encierra ningún problema... pero es que las cosas no siempre funcionan así, al menos con muchas personas que conozco.
Tengo amigos y conocidos que son un amasijo de huesos atados a una silla de ruedas, otros están tendidos en camas de las que nunca podrán incorporarse, a otros les faltan las piernas o los brazos, los hay que solo pueden mover los dedos de una mano o parte de la cabeza con la que manejan los mandos de una silla eléctrica para no ir muy lejos de la residencia donde están recluidos; no faltan los que quieren contarte algo que les agobian pero que no hay forma de entender lo que te dicen, todos necesitan ayuda para sus necesidades más intimas y no pueden disfrutar de esos placeres al parecer tan sencillos que hemos mencionado antes, si no es con la ayuda de otros que trabajan por un sueldo y que muchas veces los rehúyen.
Por otra parte vemos que en la naturaleza existe un orden maravilloso: la semilla que se hace planta, la planta que se convierte en árbol y este que da frutos con nuevas semillas; las abejas que construyen sus celdillas con la perfección del mejor de los arquitectos, las hormigas incansables que arrastran presurosas hasta cien veces su propio peso, los patos que levantan el vuelo rizando con sus patitas la superficie de lago… nos hablan de una inteligencia superior que hace que todo funcione a la perfección.
Y no nos encajan las piezas porque vemos por un lado el orden en la naturaleza por otro el desorden en nuestra especie.
Nos basta con escuchar la radio o ver el telediario para informarnos de las guerras, hambrunas, terrorismo y matanzas entre los seres humanos como telón de fondo a las calamidades que dijimos antes, y como remate la muerte de la que nadie nos escapamos. Si todo esto se quedará así, que razón tendría San Pablo cuando dijo que: somos los más desgraciados de los hombres y por tanto comamos y bebamos porque mañana hemos de morir.
A esa inteligencia superior, a ese Ser omnisciente que permite el movimiento de las estrellas sin que se choquen unas con otra, que ha creado el Sol que lo llena todo de vida y la lluvia que, empapando la tierra, discurre presurosa y sonriente hasta el mar para elevarse en forma de nubes y repetir el ciclo; a ese Ser que se manifiesta en la mirada de un niño, en la sonrisa de un moribundo, en las caricias de una madre, en el canto de los pájaros, en el colorido de las flores del campo, en la brisa que acaricia nuestras frentes… Ese ser amable, humilde, inteligente, bondadoso… caería en contradicción si no colocara cada pieza en su sitio y no nos diera el derecho a vivir en plenitud por la sencilla razón de ser criaturas salidas de sus manos amorosas. Y es en este punto donde pretendo justificar el título de EL MÁS ALLÁ que he puesto a este trabajo.
Un lugar donde podamos ir andando de un lado para otro porque la silla eléctrica se haya borrado para siempre de nuestra memoria, un lugar donde la tierra no se abra bajo tus pies a consecuencia de un cataclismo o el mundo se te caiga encima por efectos de las bombas, un lugar donde todos los seres humanos nos entendamos por expresarnos en la misma lengua, donde no haya diferencias de clases sociales, donde la intención de cada uno sea hacer más feliz aún a los otros, y todo esto bajo la tutela amorosa de ese ser amoroso que estuvo siempre a nuestro lado pero que ahora se nos manifiesta con toda su esplendorosa claridad.
Estas son algunas ideas que se me han ocurrido sobre EL MÁS ALLÁ y que no se si estuve muy acertado en comunicarlas.
Un ensayo de Manuel Herrera Infante.
Amar Siempre Gana.
ResponderEliminarCambio yo,cambia el mundo.
Esto es real, tanto como esas estrellas que no chocan entre si :)
El constante milagro que se nos ofrece y que nuestra razón se ha empeñado en explicar sin dejar al corazón sentir, tan sólo eso, sentir...
Compartiendo en el mundo en armonía... :)
· Me gusta tu reflexión, bien llevada. Disiento en lo referido a ese Ser. Las cualidades positivas que sele atribuyen chocan con la realidad brutal que nos atenaza y rodea. prefiero pensar en un Mas Acá, más justo y equitativo, en el que 'ese ser' debiera tener algo que hacer.
Es bueno leerte.
· Saludos
CR & LMA
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