15 octubre 2008

Me voy a la peluquería.

Muchas mañanas plomizas que amenazan tedio, cuando mis pelos son un ejercito que se resiste a la disciplina del peine, con lo gris real invadiendo el castaño ficticio, me pongo a dar vueltas alrededor del invento... ¿llamo? ... ¿no llamo?

El monedero me grita por su boca famélica: Adela para un poco, no me seas loca, piensa lo que vas ha hacer: Este mes es el cumpleaños de Josito. Tienes una boda a la puerta. Andas mal de ropa y peor de zapatos, el calentador no calienta y la lavadora no lava...Y mi corazón: ¡Anda mujer no seas tonta! ¡cierra los ojos!... ¡total de pobre no vas a salir! ¡Va a merecer la pena! Tu sabes lo presentable que te dejan...además... ¡no te da vergüenza salir a la calle con esos pelos...

Esto último, que afecta a mis principios éticos inclina la balanza a favor del si... descuelgo, marco y digo: ¿Eres José Luis?...¡soy Adela... te llamo por si tendrías un hueco para hoy...¿Y para mañana? ¿sobre las nueve?...¡Gracias! ¡Allí estaré!. Después del trago me pongo como una loca a quitar el polvo de los muebles y de paso ver como andamos de fondos en la cartilla...

Mi Pedro, que sabe como me siento cuando mi cabeza es un erial de rastrojos y mis pelos se escapan gimiendo por el sumidero del lavabo, me aconseja que no le de tantas vueltas, que un buen moldeado me quita años y me transforma en otra mujer mas condescendiente, más alegre con otro brillo en los ojos... y es que mi marido, además de que me quiere y de ser buena persona, es un negado en economía domestica que no sabe ni pedir la vez en la cola de la compra, que no ha tirado nunca del carrito cargado a reventar, que piensa que lo que come, bebe, viste, calza y fuma... ha caído del cielo y que presume, además, de un espíritu de grandeza impropio de un pensionista de seiscientos cuarenta euros al mes.

- A mi marido no le entra en la cabeza que estos santuarios laicos de culto a la belleza, en los cuales no hay distinciones de genero entre los oficiantes, adonde te enteras de todo, donde las oraciones son el murmullo de las conversaciones que se cruzan, donde el tiempo no cuenta, en los que sueles entrar con la moral por los suelos y salir con campanillas de colores en el alma y alas en los pies... tienen un muro que no puede saltar, sin riesgos de romper sus equilibrios económicos, la esposa de un jubilado de tercera.

Pero esta vez le hice caso y me he olvidado del VIA CRUCIS diario por hipermercados, mercados, mercadillos y tiendas de retales a la caza de ofertas: El chocolate con churros que no me tomo y las comidas con las amigas a las que no voy. La revista “Mis labores” que me gustaría ojear, la excursión que no debería perderme... y otros temas aún peores: La dentadura que reclama a gritos un dentista. El callista que me permita ponerme los zapatos nuevos. Las gafas progresivas para ver de cerca y de lejos... me he tapado los ojos y he dicho: ¡de hoy no paso!.

Después de estos tragos, que están en función de mis estados de animo y que corren a la par del deterioro de la imagen que me devuelve el espejo, os aseguro amigas, que ha merecido la pena, porque en esos momentos de exaltación espiritual, que duran lo que la obra del artista se mantiene sobre mi cabeza, se me olvidan las jaquecas ocasionales, mis juanetes perpetuos, los disgustos familiares, las simplezas de mi Pedro, la pesadez de mis vecinas, la pedantería de mis yernos, el abuso de mis hijos, la gordura de mis carnes, la flaqueza de mi cartilla...

- Una sensación de bienestar que me sube desde las plantas de los pies hasta las puntas de los cabellos (que ahora están en su sitio) Me impulsa a salir a las calles para ver escaparates y que me vea la gente. Ponerme el abrigo de piel de conejo para irme por un euro al cine a Parque Sur del brazo de mi Pedro. Irme de hospitales para hacer un recuento de las amigas que me van quedando, con mi hermana al Corte Ingles para darle gusto a los ojos. Llamar a la una, quedar con la otra y salir con todas...el caso es darle bombo y platillo a un moldeado, con tinte incluido, que se ha hecho tanto de rogar.

- Bien es verdad que durante unos días (muy pocos) amanezco con una tortícolis recalcitrante y un malestar de huesos generalizado por miedo a deteriorar la obra de arte de José Luis y tirar a la papelera los treinta y tantos euros que la han motivado. Pero ya se sabe que en esta vida los momentos alegres van a un ten con ten con los tristes. Y aquí de lo que se trata es que en la balanza diaria pesen más aquellos que estos. Cosa que está en nuestras manos si vamos a la peluquería las veces que nuestro cuerpo, y sobre todo nuestro espíritu, lo necesite.

AMEN

1 comentario:

  1. este breve relato me parece realmente bueno...enhorabuena al autor...

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